LA NOCHE ERA OSCURA
Un ruido me sorprende. Mis sentidos no engañan, algo ocurre. Paro al ver la oscura silueta que se aproxima, ella se detiene. Doy un paso y se estira como intentando cazarme para su causa. Corro y se alarga, echo hacia atrás y se encoge.
-¿Quieres dejar de seguirme?-escucho desde abajo.
-Pero si eres tú. Que te crees que no te he visto. Hace rato que siento que andas a mi lado.
-Vale, lo confieso, de vez en cuando me escondo de mi mama “La Oscuridad” pero tengo que ir de la mano, o mejor dicho del pie de alguien sino me pierdo.
-¿Y tu mama no se asusta cuando no te ve?
-Bueno. Verme, verme… Lo nuestro es una gran familia de no vernos. Vivimos en el fundido.
-Cuándo salís de casa ¿Qué hacéis? ¿Tu siempre vienes conmigo?
-El otro día me confundí y te cambié con Pablito. ¿No te acuerdas? Al mirarte en el suelo llevabas gafas.
-Es cierto, me iba tropezando por los rincones.
-Pues eso, o me voy contigo o con otro. Pero luego pasa lo que pasa.
-Vale, vale. Pégate a mis talones, pero no me asustes al dar la vuelta a las esquinas.
Desde ahora proclamo alto y claro: Mi sombra es mía, me hace compañía. ¡Que nadie me la cambie!
0 comentarios