El tranvía baja
El tranvía baja despacio la avenida mágica hacia el centro de la ciudad. Por el camino los obreros han ido comiendo calles con las máquinas tragasuelos, han colocado raíles y postes haciendo mucho ruido.
Mi abuelo me ha dicho que hace mucho tiempo, antes de que yo naciera, había un tranvía que se paseaba por aquí. Los niños se agarraban a sus faldones y volaban con él hasta que llegaba el revisor y les reñía. –Es peligroso. No os subáis. Seguro que a vuestros padres no les parece nada bien lo que hacéis.
El abu me relata cuentos de viajes. Siempre esperando el silbido que estremecía los árboles al pasar, en su parada se agarraba con temor y fuerza. Ya en marcha sentía los fogonazos de imágenes, las estampas de colores, la vendedora del periódico en la plaza de España, las castañeras en invierno una dos y hasta tres, los pocos coches que pitaban, el transito de peatones y algún que otro cigarrillo que tiraban los malintencionados por la ventanilla bajada.
El año que viene podré ir al cole en tranvía, es una de las cosas importantes que están pasando en mi vida. Quiero saber lo que se siente subido en “la máquina del futuro renacida”. Eso sí, me compraré un bonoviaje para no tener problemas e iré sentadito en el interior de mi tranvía.
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